Sayaka Sawanoguchi
Un año
más, como cada 25 de noviembre, conmemoramos con eventos, manifiestos,
reflexiones, marchas, carteles y demás el Día
Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
No estoy contra ello, pero a veces me da mucha rabia
tanto folklore durante unas horas para luego volver a la rutina de siempre.
Para enrabietarnos y despotricar, durante un ratito, cada vez que una mujer se
convierte en la víctima de un varón, a mi entender, con muy poca hombría. Es
decir sin valor ni entereza para afrontar las situaciones, los reveses que le
va presentando la vida. Un cobarde que sintiendo herido su ego, arremete y mata
a la persona con la que eligió un día compartir su camino aparentemente por
amor.
Porque atención, como indicó en un acertado tuit una
amiga periodista cuando hablamos de violencia de género “no se mueren las
mujeres, las matan”. Y a conciencia, añado yo.
Señala la escritora Chimamanda Ngozi que “no es fácil tener
conversaciones sobre género. Incomoda pensar en cambiar el estado de las
cosas”. Y así seguimos, actuando de forma superficial y puntual. Acertando a
veces pero sin cambiar realmente el fondo y contenido de nuestra forma de
educar. Y desde luego, visto lo visto, sin predicar con el ejemplo, el buen
ejemplo.
Si resulta que hoy en día, por desconcertante que pueda parecernos, nuestros
jovencitos varones se creen con el derecho de controlar y manipular a sus
novias, para sentirse ellos el centro de su mundo. Y las niñitas piensan que no
importa renunciar a ciertas cosas para complacer a su amado. Y que cuantos más
celos siente éste más queridas, deseadas y protegidas son por ellos. No vamos
mal, vamos fatal y en picado.
Pero cómo podemos ser tan cínicos, y estar tan ciegos, señores y
señoras. Vamos a ver quiénes son los valientes en alzar la mano, y ponerse como
ejemplo a la hora de educar y sobre todo de practicar, algo aparentemente tan
simple como la igualdad en el reparto de las tareas del hogar. O en la
educación en sexualidad sin diferenciar si tu hijo es niño o niña. O en la
elección o rechazo de revistas, anuncios, vídeos, películas, chistes y
comentarios en las que no se muestre a la mujer como ser, vestir, expresarse,
pensar y comportarse de la manera, supuestamente más acertada, para atraer,
seducir y complacer a los hombres. Porque sin entrar en guerra de géneros, no
deseo que nadie acabe lanzándose los trastos tras leer esto, la realidad es que
vivimos en un mundo regido y diseñado por los hombres.
Si algo me duele y retuerce cuando sale el tema de la Violencia de Género
son las víctimas, para muchos casi invisibles. Los niños, los menores.
¿Sabían que alrededor de 840.000 menores viven con miedo y soledad en
nuestro país, por convivir cada día con el hombre que maltrata a su madre?
Niños que aprenden a no llamar la atención, a quitarse de en medio, a ser
invisibles para proteger a sus madres y a sí mismos. “No hay tabiques
suficientemente gruesos para separar a
un niño de la violencia en su casa” afirma la psicóloga infantojuvenil
Beatriz Atenciano.
Nos queda mucho
camino por recorrer para erradicar esta lacra social. De momento les invito a
reflexionar sobre lo que señala, y creo a pie juntillas, Atenciano. “Hay dos mitos
que suponen un gran riesgo para los niños. Impiden proteger y reparar el daño
sufrido. El primero es que se puede agredir a la pareja y ser un buen padre. El
segundo que la violencia termina con la separación”.
Si resulta que hoy en día, por desconcertante que pueda parecernos, nuestros jovencitos varones se creen con el derecho de controlar y manipular a sus novias, para sentirse ellos el centro de su mundo. Y las niñitas piensan que no importa renunciar a ciertas cosas para complacer a su amado. Y que cuantos más celos siente éste más queridas, deseadas y protegidas son por ellos. No vamos mal, vamos fatal y en picado.
Pero cómo podemos ser tan cínicos, y estar tan ciegos, señores y señoras. Vamos a ver quiénes son los valientes en alzar la mano, y ponerse como ejemplo a la hora de educar y sobre todo de practicar, algo aparentemente tan simple como la igualdad en el reparto de las tareas del hogar. O en la educación en sexualidad sin diferenciar si tu hijo es niño o niña. O en la elección o rechazo de revistas, anuncios, vídeos, películas, chistes y comentarios en las que no se muestre a la mujer como ser, vestir, expresarse, pensar y comportarse de la manera, supuestamente más acertada, para atraer, seducir y complacer a los hombres. Porque sin entrar en guerra de géneros, no deseo que nadie acabe lanzándose los trastos tras leer esto, la realidad es que vivimos en un mundo regido y diseñado por los hombres.
Si algo me duele y retuerce cuando sale el tema de la Violencia de Género son las víctimas, para muchos casi invisibles. Los niños, los menores.
Nos queda mucho camino por recorrer para erradicar esta lacra social. De momento les invito a reflexionar sobre lo que señala, y creo a pie juntillas, Atenciano. “Hay dos mitos que suponen un gran riesgo para los niños. Impiden proteger y reparar el daño sufrido. El primero es que se puede agredir a la pareja y ser un buen padre. El segundo que la violencia termina con la separación”.