Acabo de regresar de una
aventura extraordinaria por el imperio romano. Sorprendida y admirada, del
valor y la fuerza que tiene el ser humano para sobrevivir en condiciones
adversas y extremas. Lo que les sucedió a los godos que acudieron a Roma
buscando protección de los hunos, no resulta tan antiguo como pudiéramos imaginar.
Por desgracia lo siguen viviendo miles de refugiados.
Jamás se puede justificar
una guerra. Pero cuando el trato a todo un pueblo llega a ser tan inhumano, totalitario
y brutal, como para entre otras cosas intercambiar carne de perro por seres
humanos para que sean vendidos como esclavos, se entiende que el odio venza y
surja la sublevación.
Convendría repasar y
analizar cómo acabó el omnipotente imperio romano.
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