Hoy 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Recordando
a las mujeres que murieron en una fábrica textil en Nueva York en 1908, por
declararse en huelga para intentar mejorar sus condiciones laborales. Seguro
que volveremos a oír términos como conciliación
familiar y flexibilidad laboral. Palabras
que a mí, lamentablemente, me siguen sonando a algo idílico y lejano. Que me
exasperan, lo mismo que cuando escucho que “es más importante la calidad, que
la cantidad de tiempo que se comparte con los hijos”. Aburrida estoy también de
oír que hay que potenciar las guarderías, aproximarlas a los lugares de
trabajo. Está muy bien sí, por supuesto, pero que pasa con los niños de 3, 5,
10 años. Ya son autosuficientes. Les damos la llave de casa. Les inscribimos en
un montón de actividades extraescolares dejándoles sin tiempo para jugar.
No
me importa si me tachan de feminista o inconformista por expresar con
sinceridad lo que pienso. Aunque hemos mejorado y mucho, nos queda bastante camino
por recorrer. Porque las mujeres seguimos teniendo más difícil que los hombres poder
triunfar en el mundo laboral, y alcanzar los niveles más elevados en gestión y
dirección.
No
pretendo iniciar una batalla contra los hombres. No se trata de eso. Estamos
predestinados o condenados a entendernos, somos complementarios.
Pero
las cosas claras. Vivimos en un mundo que sigue siendo muy machista. Ni desde
las administraciones públicas, ni desde el empresariado privado, ni desde las
relaciones de pareja se nos apoya, valora, impulsa y compensa como debiera. Como
merecemos.
Respeto
y admiro a toda mujer. Nunca juzgaré o criticaré a la que decide centrarse en
su carrera profesional optando por renunciar a su maternidad. Ni a la que elige
todo lo contrario, dar prioridad absoluta a sus hijos y no trabajar fuera de
casa. Pero cuidado con entregarse en
cuerpo y alma a los hijos. Cuando llegue el momento y como debe de ser volarán del nido. Tampoco juzgo, quizás al
grupo más numeroso. A las que no quieren renunciar ni a lo uno ni a lo otro. Y
pelean por buscar un equilibrio entre su realidad familiar y profesional.
Opción
está última complicada y agotadora. Porque o tiras de talonario invirtiendo
gran parte de lo que ganas en niñeras, o esclavizas a las abuelas, o la vida se
convierte en una carrera continua y extenuante.
Se
pongan como se pongan los caballeros, salvo alguna excepción que seguro existe,
la mayor parte del trabajo y responsabilidad que se genera en el hogar, y con
los hijos se lo sigue cargando la mujer. Claro que ayudan y se implican cada
vez más los hombres, pero se siguen quedando cortos.
Esto
es así y de momento mucho me temo que no va a cambiar. O te pasas el día discutiendo, que no compensa, o al
final no queda otra que asumir que la mayor parte del trabajo de casa te toca a
tí y punto.
Qué razón llevan
los que opinan que los extremos nunca son buenos. Y lo sé por experiencia. He
vivido ambas situaciones. Trabajar en empresa privada, mañana y tarde tirando
de niñeras. Perdiendo tiempo y momentos irrecuperables. Y abandonándolo todo
quedándome en casa para cuidar de mis hijos. Ni lo uno ni lo otro les
recomiendo. Pero la opción de media jornada o reducción de la misma, hoy por
hoy en nuestro país, económicamente no conviene.
Se han preguntado
alguna vez, por qué los hombres no tienen problema cuando hay que salir del
trabajo dos horas más tarde, o acudir a viajes de negocios, o seguir trabajando
desde casa, o ampliando su formación para optar a mejores puestos… Muy sencillo.
Porque tienen a una mujer a su lado que asume todo lo que ellos no harán.
Soy optimista y
positiva, y necesito pensar que sí existe una posibilidad de cambiar el modelo
que tenemos de sociedad educando bien a nuestros hijos.
Para que sean
independientes económicamente y en todos los sentidos. Para que siempre puedan
elegir y decidir por sí mismos, y sí se equivocan rectificar. Para que ellos y
ellas se apoyen, se complementen. Que
se vean y traten como iguales.
Y por favor seamos
serios, para conmemorar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora organicen
mesas redondas, coloquios, debates dónde se puedan aportar ideas, experiencias,
buscar soluciones para cambiar, para mejorar el mundo en el que vivimos. Si no
para nosotros mismos sí para las próximas generaciones. Esto no quita que ese
día se organicen también comidas, talleres y otras actividades lúdicas.
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