No conozco a
Alejandra Sandoval. En mi opinión se merece y me apetece mucho lanzarle un ¡ole
y olé! a esta salmantina, que denunció unas ilustraciones en Facebook que
explicaban cómo matar a una persona mediante lapidación. Una práctica de
ejecución, que consiste en arrojar piedras a un ser humano hasta provocarle la
muerte. La
condena de lapidación, que se impone tanto a hombres como a mujeres por
adulterio, pero que se ensaña más con las segundas, se sospecha que se sigue
aplicando, con gran secretismo, en países como Irán, Pakistán, Sudán, Yemen y
los Emiratos Árabes Unidos y en 12 Estados de mayoría musulmana del norte de
Nigeria.
Defiendo,
promuevo y hago uso de las redes sociales. Pero me ha causado bastante
desconcierto que Facebook se negará durante 21 días a retirar estas
ilustraciones al “no contravenir” sus normas sobre violencia gráfica, y pese a
haber recibido otras denuncias de varios usuarios. Cuando finalmente deciden eliminar
estas viñetas, lo hacen argumentando que “infringen sus normas de propiedad
intelectual” ya que provenían de un reportaje sobre ejecuciones en Irán,
publicado en un diario canadiense.
Es decir,
ahora resulta que es más grave, problemático y denunciable llevar a cabo un
copyright, que mostrar y difundir un gráfico dónde, paso a paso, se explica e
incita a provocarle la muerte a una persona de una manera tan cruel y
espantosa.
Y yo me
pregunto ¿Estamos locos, o qué?
¿Todo es
válido? ¿Se puede difundir en medios de comunicación y redes sociales cualquier
cosa? Intento evitar echarle más leña al
fuego y no dar ideas, pero bajo estas premisas también se podrían publicar
cuestiones como por ejemplo: cómo maltratar físicamente sin dejar marcas, las
artimañas y trucos que usan las anoréxicas para no ingerir alimentos, como
provocar y llevar a cabo un aborto en el mismo domicilio, o una guía práctica
para cometer violaciones y abusos sexuales sin dejar huellas.
Hemos
llegado a un punto que con tal de evitar que nos tachen de moralistas, censores
o racistas aquí cada uno campa a sus
anchas. Libertad de expresión siempre. Sin la más mínima duda posible. Pero
de algún modo habrá que establecer una línea entre lo que conviene o no
difundir.
Nos estamos inmunizando ante el dolor ajeno.
Deshumanizándonos un poco más.
Y no, no deberíamos acostumbrarnos a esto
porque detrás de esas viñetas, de lo que representan, de cada hecho dramático
hay un ser humano.
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