No
albergo la más mínima duda de que Antonio Lago y Estela Ordóñez han tomado la decisión
más dura de su vida. No quieren que su hija, Andrea, que nació hace 12 años con
una enfermedad neurodegenerativa irreversible y cuyo estado se ha agravado sin
remisión, siga sufriendo. Estos padres piden para su hija una muerte digna. Pero
el hospital de Santiago de Compostela donde la menor permanece ingresada se
niega a retirarle el tratamiento. El servicio de pediatría afirma que “tal y
como establece la normativa vigente y en el ejercicio de una buena práctica
clínica, está actuando ante esta circunstancia según los principios más
estrictos de la ética. Y que en su proceder hay un respeto total por la
legislación vigente".
Apoyo
por completo a estos padres y su decisión de desconectar a la niña. Y que
acudan a la vía judicial porque no quieren prolongar la agonía de su hija, algo
que es irreversible.
Somos
capaces, por amor y compasión, de poner fin al sufrimiento de un animal cuando
ya no hay esperanza ni solución posible, pero no actuamos igual con los seres
humanos.
Respeto
y entiendo a los que creen que es un ser superior el que debe fijar el día y la
hora. Pero yo defiendo que sí debería existir una ley estatal de ámbito nacional que regule el derecho a una muerte digna. Y por
qué no también de eutanasia.
Cuesta
mucho hablar en España sobre la muerte.
Me sorprende que trece años después de que la
Ley de Autonomía del Paciente regulase la expresión de las voluntades
anticipadas, el uso de este derecho aún no haya cristalizado en la sociedad.
Las Voluntades Anticipadas o Testamento Vital, es
decir, un documento, un texto, revocable en cualquier
momento, en el que una persona puede especificar qué tratamientos y cuidados
quiere o no recibir si llega una situación en la que no sea capaz de expresarlo
personalmente, sigue siendo algo desconocido para la gran mayoría de los ciudadanos.
No
es la primera vez ni será la última en que salga a la palestra el tema de la
eutanasia. Y antes o después habrá que abordarlo. Legislar esa opción, en mi
opinión, como en el caso del aborto no significa ni mucho menos predisponer, presionar,
obligar o coaccionar a nadie a escoger esa alternativa. La cuestión no es
imponer ni sentenciar ni penalizar, es contemplar distintas vías de actuación y
que cada uno, en función de sus creencias, ética, moral, conciencia o
sentimiento escoja siempre libremente.
Actualmente
cinco países permiten la eutanasia; Holanda, Bélgica, Suiza, Luxemburgo y
Colombia. Y otros como Alemania, Italia, Francia, Noruega, Dinamarca, Austria,
Suecia, Hungría, Brasil, Uruguay y República Checa, además de los estados
americanos de Washington, Oregón, Montana, Nuevo México y Vermont permiten la
muerte digna, autorizan “el bien morir”.
Ojalá
nunca me encuentre en la situación de Antonio y Estela, a los que mando un
fuerte abrazo. Pero en lo que respecta a mi persona si alguna vez por enfermedad,
accidente o vejez mi existencia se convirtiera en puro sufrimiento, y una
mínima calidad de vida brillara por su ausencia, espero, deseo y ruego que
aquellos que permanezcan a mi lado, y que realmente me quieran y valoren, por
amor y por compasión, no consientan jamás en alargar mi vida, mi agonía
innecesariamente.
Vivimos
en una continua campaña electoral. Por eso les pediría a todas las formaciones
políticas, que no utilicen la dura situación de esta familia para fáciles promesas,
que a la vista de lo sucedido en los últimos años, probablemente luego no
cumplirán.
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