Entrar a una
librería y esperar a que te atiendan, si no vas con el tiempo escaso, hay veces
que te satisface y recompensa. Yo aprovecho esos minutos para fijar mi atención
y ojear, con mimo y cuidado, los libros y cuentos accesibles a mis manos. También
y no lo voy a negar para prestar atención a conversaciones que nutren, porque
son verdaderas críticas literarias e interesantes recomendaciones sobre autores
noveles. Pero como la moneda de la vida siempre presenta dos caras, en
ocasiones te ves inmersa en conversaciones que preferirías no oír porque
espantan y deprimen.
Hace unos días
tuve la mala suerte de coincidir con seis jovencitas, muy monas ellas, que
presumían de no tener intención de leer el libro que estaban comprando, por
imposición de la profesora, no por voluntad o interés propio, si esta lectura
no entraba finalmente en el examen. Cuando una de las chicas comentó que a
veces sacaba los libros, obligados, de la Biblioteca Municipal el resto
confesaron divertidas que jamás habían pisado semejante lugar. Bueno, matizaron
dos de ellas que sí lo conocían, por una excursión que hicieron cuando cursaban
Primaria. Pero que no les pareció gran cosa. Al parecer se fijaron más en si
las pareces tenían o no gotelé. Terminó que una de ellas desconocía y las otras
se pusieron a explicarle. Os juró que me mordí la lengua. Y me dieron bastante penica.
Luego, al llegar
a casa una amiga me había dejado en mensaje privado por Facebook una noticia
que me dejó descompuesta. Vamos, que rematé bien la tarde. Resulta que la Asociación
Nacional del Rifle (NRA), poderosa institución norteamericana, con la ayuda de la
escritora Amelia Hamilton les están dando una nueva visión a los clásicos
infantiles. Ahora los protagonistas de los cuentos que leímos de niños, portaran
armas para defenderse de lobos, brujas y demás.
Comentan los responsables de semejante iniciativa que con
esto quieren evitar que los niños se vayan “tristes” a la cama tras leer estas
historias. Y que las mismas pueden servir “para iniciar la conversación sobre
armas entre padres e hijos”. ¿No te has preguntado cómo serían los cuentos de
hadas si a las Caperucitas, Hansels y Gretels les hubieran enseñado a usar
armas de fuego con seguridad? señala Amelia Hamilton.
Ladd Everitt, portavoz de la Coalición para Detener la
Violencia Armada, declaró recientemente a The New York Times que “la única
intención de esta desagradable y moralmente depravada campaña de marketing, es
la de crear futuros clientes”.
Supongo que más de uno, como me sucede a mí, se ha
quedado perplejo y horrorizado ante semejante iniciativa. Parece mentira que la
NRA y esta escritora ignoren el problema que sufre su país en relación a las
múltiples masacres en institutos y espacios públicos, y los accidentes protagonizados
por niños de corta edad. El año pasado 278 niños estadounidenses
empuñaron un arma, y accidentalmente hirieron a alguien o a ellos mismos. En 2016
ya son 58 los sucesos registrados.
El caso es que a pesar de la polémica y críticas suscitadas,
y los reproches de la administración de Barack Obama los niños americanos ya tienen en sus
manos las nuevas versiones de “Capertucita Roja” y “Hansel y Gretel”. Y desde
mayo podrán leer “Los tres cerditos”.
Recordando a las seis adolescentes del inicio de mi
artículo, sin querer ser borde ni retorcida, y por supuesto nada más lejos de
mi intención que promover semejante
propuesta americana, me da por pensar lo siguiente. ¿Les resultarían mucho más amenas
a nuestros estudiantes las lecturas de “El lazarillo de Tormes”, “La Tía Tula”,
“Yerma”, “Fortunata y Jacinta”, “Don Juan Tenorio”, “Los Santos Inocentes” y
“La Vida es Sueño”, entre otras maravillas de nuestra literatura clásica, si
los protagonistas resolvieran sus conflictos, contratiempos, decepciones,
inseguridades y miedos defendiéndose y atacando con revólveres, subfusiles,
rifles, pistolas y escopetas?
Espero que esos desafortunados cuentos jamás lleguen a
España. Y que nunca copiemos en esto a los americanos. Y que nuestra sociedad
sea capaz de atraer mucho más a niños, adolescentes y adultos al apasionante mundo
de las letras.
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