domingo, 2 de marzo de 2014

O aprendemos a dialogar, o todo seguirá igual.


Desde que vi esta imagen me impresionó. Por veces que la miro sigo sintiendo lo mismo. Me afecta, conmueve y escuece. Son dos hermanos de Alepo (Siria) Han sobrevivido a un bombardeo. Han perdido su casa, todo lo que tenían. ¡Como se abrazan! Estamos vivos parecen decir, aterrorizados.
Supongo que lo mismo les sucederá a los que tienen un poco de sensibilidad y humanidad. Pero a los poderosos, a los señores del mundo y de las guerras, a los que provocan  odio, enfrentamiento, dolor e infelicidad, porque a ellos, a unos pocos esto les beneficia económicamente,  seguro que no les causa ni un pestañeo. Esos ni sienten ni padecen.

Leyendo a Toni Puig y su libro “La comunicación municipal cómplice con los ciudadanos”, libro que considero debería leer todo político, intento entender en qué fallamos los humanos, para seguir generando tanta violencia y participando en tanto conflicto bélico y armado. Y lo he descubierto. Fallamos en lo más elemental, en comunicar. “Comunicar en el sentido de escuchar, proponer, implicar, pactar, construir vida conjunta, lograr retos cómplices a partir de aunar ideas y recursos. De plantear estrategias para sumar, para crecer. Siempre con ímpetu. Siempre emprendedores. Siempre en diálogo”.
Ahí radica todo, en el diálogo. No sabemos dialogar. “Dialogar supone intercambiar ideas con una actitud receptiva, y abierta al descubrimiento de una verdad más perfilada” (Ángel Lafuente Zorrilla) No nos han enseñado porque a los de arriba no les conviene. Como tampoco nos enseñan a pensar. Lo ideal, en democracia, sería utilizar el inmenso poder de la comunicación para movilizar a las mentes en lugar de aplastarlas. Esto no ocurre jamás porque las personas que disponen de semejante poder no toman ningún riesgo.

Disfruto con Toni Puig, que presenta en su libro o manual como utilizar el extraordinario poder de la comunicación, desde las organizaciones públicas para la democracia de proximidad. Sí se llevara a cabo lo que sugiere y propone para conseguir una ciudad compartida, común, cómplice, la ciudad de todos y con todos, cuanto cambiarían las cosas. Primero a nivel local, después regional, nacional y mundial. “La comunicación surge de las ganas de vivir, de aportar, de compartir, de las causas grandes, del compromiso, de la diferencia. De la aventura, la determinación, la singularidad, de los sentimientos. De los valores cívicos, del amor hacia los ciudadanos y la ciudad, de la experiencia propia y común. Del talento, del trabajo personal y en equipo”.

Existen técnicas, habilidades y recursos suficientes para lograr un entendimiento. Para adaptarse a los nuevos tiempos y necesidades de todos los ciudadanos. De los despectivos, indiferentes, ocasionales, usuales, cómplices, asociados, decepcionados… La teoría señores está muy clara, que nadie lo ponga en duda. No es preciso inventar ni descubrir nada.  El problema es querer aplicar, instaurar lo que funcionaría. Lo que provocaría una vida mejor para todos.  

El gran error de todos, a nivel local, regional, nacional y mundial, es no practicar el liderazgo relacional: proponer, implicar, dialogar, consensuar, mediar con todos. Sean más o menos amigos. “Los ciudadanos están hartos. La democracia está tocada, manchada, por tanta lucha fratricida”. Mientras no aprendamos a dialogar, a escuchar, a comunicar, todo seguirá igual o peor.

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