domingo, 12 de marzo de 2017

Mira el fondo de las personas, no lo que verbalizan

  



He convencido a una amiga, que prefiere mantenerse en el anonimato, para que me deje difundir sus palabras que comparto por completo. Os invito a leerlo porque lo merece.

A estas alturas de mi vida, se me han caído las certezas y las convicciones. He comprobado que nada es lo que parece y que todo puede tener otro prisma. Las cosas más elementales que en otro tiempo creía incuestionables hoy se me presentan relativas,…

Esta reflexión me viene a la mente con el revuelo de los "autobuses con mensaje", el de hazteoír, y los de los que se han sublevado en su contra.

Parece que el ser humano necesita verdades absolutas, que las cosas sean blancas o negras, estar a favor o en contra. Necesitamos clasificar, poner orden, adoctrinar, modificar el entorno y a los demás, a imagen de lo que hemos decidido que es bueno. Ordenar y prohibir, aconsejar y censurar, desde el genuino y bienintencionado propósito de que "el mundo sea mejor".
Acaso esa necesidad de control no es un reflejo de nuestra debilidad y nuestros miedos, ¿no se trata de una mera simplificación de la complejidad de la existencia?

Lo queramos o no, la realidad es ambigua, incierta, imperfecta quizás, y siempre llena de matices. Cualquier movimiento tiene repercusiones, ondas que se expanden y cambian el entorno.

Lo terrible es que tenemos que avanzar, tomar decisiones en nuestro día a día,  y quizá eso sería imposible o al menos angustioso desde la inseguridad.
Pero lo cierto es que se puede estar a priori y sin duda a favor del aborto, hasta que siente la vida en su seno y ve la primera ecografía a las 11 semanas de gestación. Y se puede estar sin fisuras en su contra, hasta que una hija nuestra se quede embarazada de forma fortuita con 14 años,  o nosotras con 50, incluso en situaciones de profunda angustia menos evidentes y justificables.
Uno puede pensar que la corriente imperante puede estar sembrando en los adolescentes el cuestionamiento y la duda sobre su identidad sexual, hasta que sentimos el dolor de que un hijo nuestro sea rechazado, acosado, maltratado y prejuzgado por ser diferente.

Es tan fácil y nos sentimos tan arropados indignándonos contra la violencia de género, es tan bueno sentirse en el bando correcto. Eso nos libra de nuestros propios demonios, de nuestra ira y de nuestras imperfecciones. Pero aquel que ha maltratado nos es tan diferente de nosotros. Ayer incluso estaba en nuestras filas. No nos damos cuenta de que no lo resolveremos hasta que no reconozcamos que todos formamos parte del bien y del mal, hasta que no ahondemos en lo que se mueve dentro de nosotros mismos, hasta que no emprendamos el camino más complejo, mucho más doloroso,  y más incierto de la autocritica, y la búsqueda de la comprensión y la evolución personal.

Yo no he tenido una vida especialmente difícil,  no he militado en ningún movimiento o ideología concretos, y creo que he intentado entender y respetar al otro, o puede que no tanto. Sin embargo, parece que el destino se va empeñando en desmontarme y  cuestionarme hasta lo que yo creía más básico.

Esto es lo que le transmitía a mi hijo hace unos días,  enfrentado con su padre por posicionamientos diametralmente opuestos y aparentemente incompatibles:

Yo creo que un día te darás cuenta que en el fondo, la base de todo, no es lo acertado de las ideas.  Todas se pueden malear,  manipular o malinterpretar. La base del ser humano, y en lo que se tienen que asentar las ideas, son la aceptación de uno mismo y del otro.
Mira el fondo de las personas, no lo que verbalizan. Sólo ahí está la verdad.
Lo demás son doctrinas, que nos sirven para sentirnos parte de algo, más seguros o más fuertes, o más en posesión de la verdad.
Se han cometido barbaridades en nombre de los ideales más altos. Así que recela de los ideales. Mira el alma o el corazón de la gente, y cuida el tuyo propio. Conduce tu vida como creas que debes hacerlo,  con honradez hacia ti mismo, y si quieres solo después ponle nombre, porque eso es secundario.

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